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miércoles, 20 de septiembre de 2017

LUPITA, LA MARIQUITA RICA

Lupita era una mariquita, que soñaba con volar sola hasta lo más alto, para distinguirse de las demás. Tras la suculenta herencia de su padre Epafrodito, que en paz descanse, Lupita se convirtió en la mariquita más rica de Pueblobichito, su humilde ciudad.
Al verse con tanto dinero, Lupita se volvió tan caprichosa, que incluso se cansó de andar, y decidió invertir su fortuna en viajes para al fin conseguir volar, como ninguna otra mariquita lo había hecho jamás.
Subió en helicópteros, viajó en avión, y hasta surcando el cielo en globo a Lupita (que todo se le hacía poco) se la vio. Viajaba Lupita siempre maquillada con enormes pestañas, y ataviada con largos guantes de seda y un sombrero tan grande que se la veía a cien pies.
Pero pronto, Lupita empezó a necesitar a alguien con quien poder compartir todas las maravillas que había visto a lo largo de tanto viaje. Empezó a imaginar, mientras contemplaba el mundo, como sería la vida con otro bichito que la susurrara canciones a la orilla del mar o celebrase con ella la Navidad. Recordaba con tristeza a sus amigas Críspula y Cristeta, con las cuales se pasaba horas enteras jugando y sobrevolando los arbustos espesos y radiantes en primavera. O a Serapio y su brillante mirada, posándose sobre sus pequeñas alas en los días más espléndidos de la florida estación. Y Lupita sintió de repente una profunda tristeza que con su dinero no podía arreglar. 
Decidió entonces poner sus patitas en tierra para ordenar todas aquellas ideas. Y vagando de un lado a otro, llegó a un extraño lugar al que se dirigían muchas mariquitas de su ciudad. La Cueva del Suplicio, como se llamaba, era un sitio a donde acudían la mayoría de mariquitas que no tenían nada, para empeñar lo poco que les quedaba y así dárselo a los demás el día de Navidad.
Viendo a aquellas mariquitas luchar por no perder la sonrisa de los suyos, con su propio esfuerzo y sin ayuda de los demás, comprendió Lupita que no eran ellos los pobres y se avergonzó de su codicia y su vanidad.
Decidió en aquel momento Lupita, depositar en aquel lugar todo su capital, incluidos sus guantes de seda y su gigante sombrero. ¡Quería ser como las demás!

Lupita había comprendido al fin que, en volar hasta lo más alto, no se encontraba la felicidad.

EL PUESTO DE CASTAÑAS

¿Sabéis donde se encuentran las mejores castañas del mundo? Pues en un pueblecito ¿Sabéis donde se encuentran las mejores castañas del mundo? Pues en un pueblecito encantador en el que vive la señora Rabbit. En dicho pueblo, cada semana tiene lugar un mercadillo en el cual diferentes vecinos de la zona acuden a mostrar y a vender sus mejores productos.
La señora Rabbit era la productora de todo lo que rodeaba a sus castañas. Cuidaba sus castañares a las afueras del pueblo, recolectaba las castañas en el otoño, y después las vendía en su puesto del mercado, asadas, tostadas, y sin tostar.
La señora Rabbit era conocida por su gran amabilidad, siempre atenta a las preocupaciones y necesidades de sus vecinos y demás comerciantes que siempre procuraban visitarla durante su estancia en el mercado. Su amabilidad y lo riquísimas y sanas que eran sus castañas, hacía que vendiera y vendiera sin parar, lo que además de bueno para su negocio, la convertía en la mujer más agradecida del mundo.
Pero un día la suerte pareció irse de su lado. Recién recogidas y tostaditas las castañas, se desató una fuerte tormenta en el pueblo, anegando la mayoría de puestos del mercado, incluido el de la señora Rabbit. No daba abasto en correr de un lado a otro bajo la lluvia, intentando recuperar sus preciadas castañas, el sustento de su día a día. A pesar de su agilidad natural, la señora Rabbit ya acusaba dolores propios de la edad, y no podía recoger todo lo que la tormenta había desplazado de su puestecito.
Los pájaros, vecinos del pueblo y muy amigos de la señora Rabbit, no dudaron en ponerse en marcha ante la terrible situación. Llegaron a recorrer muchos kilómetros para dar con todas y cada una de las castañas que la señora Rabbit había recolectado y perdido de vista en tan solo un segundo. Sin las castañas, la señora Rabbit perdería todo lo que tenía, y con todo lo que hacía por los demás los pajarillos no podían permitirlo.

Gracias a la inestimable ayuda de los pájaros, a la semana siguiente la señora Rabbit pudo de nuevo abrir su pesto en el mercado con normalidad. ¡Qué contenta estaba y qué orgullosa de sus amigos! El puesto de la señora Rabbit estaba lleno a rebosar. Vecinos de incluso otras localidades bastante más lejanas, habían acudido para preguntar a la señora Rabbit por su estado y por los detalles de aquella aventura. La señora Rabbit, por su parte, no dudó en hacerles saber a cada uno de ellos lo importante que es tener a gente que te quiera y se preocupe por ti a tu alrededor. Estaba convencida de que nadie, al margen de su tamaño o condición, era un amigo pequeño.

EL CIERVO CAPRICHOSO

Érase una vez un pequeño ciervo que vivía junto a su familia en el bosque. Era tan bonito y diminuto que su familia le colmaba continuamente con mimos y atenciones. Pero el pequeño ciervo no respondía a todo aquel cariño como debía, y en ocasiones era bastante arisco y caprichoso.
Un día, su mamá le anunció la llegada de otros familiares que el pequeño ciervo no conocía, ¡y qué disgusto se llevó! Estaba tan acostumbrado a ser el centro de atención en su hogar, que la llegada de otras personas, aunque fuesen familia, le desagradaba completamente y le hacía temer por su bienestar y comodidad.
Una vez llegó la familia, el pequeño ciervo tuvo la ocasión de conocer a su dulce prima. ¡Qué simpática y agradable era aquella cervatilla! Tanto, que pronto comenzó a llevarse todas las atenciones de los demás, incluidas las de sus padres.
Los celos por su prima crecieron de manera desmedida en el pequeño y caprichoso ciervo, y se propuso concienzudamente la forma más adecuada de fastidiarla. De este modo el ciervo decidió romper el jarrón favorito de su madre y echarle toda la culpa a su pobre prima.
Mamá se disgustó mucho, pero su prima, valiente y decidida, decidió cargar con la culpa de la travesura del pequeño ciervo.
He sido yo sin querer, querida tía. Lo siento mucho.
Pero su prima lo había visto todo y sabía muy bien quien había sido el culpable de aquel desastre. Aun así, no deseaba que le regañasen y que se pusiera triste.

Aquel gesto tan bonito, hizo que el pequeño ciervo se sintiese muy culpable por lo que había hecho y por no querer a su familia. Y desde entonces se propuso recuperar el tiempo perdido y disfrutar del tiempo con los suyos con la mayor de las sonrisas. El cervatillo comprendió que con amor y alegría, se gana mucho más que con odio y venganzas.

LA FOCA LECTORA

¿Sabes que el reino animal también disfruta mucho con la lectura? Al menos eso se cree gracias a una pequeña foca que se pasaba el día pegada a los libros. Se decía que aquella foca era muy lista y muy instruida, gracias a todo lo que había aprendido en los libros. Se pasaba el día leyendo y leyendo, casi sin levantar la mirada de las páginas que daban forma a todos aquellos conocimientos.

Su madre comentaba orgullosa a familiares, amigos y conocidos, como el interés de su hija por la lectura la llevaba a devorar más de cuatro y cinco libros en una sola tarde.
Una de aquellas tardes, la pequeña foca se dirigió, en compañía de sus padres, a casa de unos amigos que también tenían un hijo muy estudioso. Sin embargo, sus padres confesaban sin ningún tipo de vergüenza que le llevaba mucho tiempo terminarse un solo libro. Tardanza que se sucedía también con las lecciones de la escuela y el temario de sus exámenes.
Los padres de la pequeña foca sacudían la cabeza al escuchar aquello en señal de desagrado, al tiempo que ponían de manifiesto la clara diferencia de actitudes y habilidades existentes entre su hija y el hijo de sus amigos.
Para acabar con la rivalidad, decidieron realizar una prueba de lectura para comprobar, finalmente, cuál era el hijo más listo, habilidoso y mejor lector. Los dos pequeños se leyeron el mismo libro y, pasado un tiempo, sus respectivos padres les hicieron unas preguntas para ver lo que recordaban de cuanto habían leído. Pero la pequeña foca, llegado el día de las preguntas, no recordaba ni siquiera el título del libro que había tenido entre sus manos. Había leído tan apresurada, con el fin de demostrar que era la más rápida y mejor lectora, ¡que no se había enterado de una sola palabra! Su amigo, por el contrario, pudo contar sin problemas todos los detalles del libro leído.


Los padres de la pequeña foca volvieron a casa muy avergonzados. Habían dado por hecho que su hija era superior a otros niños, sin preocuparse de saber nada más sobre su hija. Una vez en casa, hicieron comprender a la pequeña foca que los buenos resultados no se consiguen de forma atropellada ni urgente, y poco a poco, aprendió lo que era saborear, despacito y pausadamente, un libro.

EL TIEMPO TODO LO CURA

Queridos amiguitos: la mala educación no solo es asunto de los humanos, y en el mundo de los animales también tienen que sufrir cosas como las que sufrimos las personas, especialmente los niños. Al menos eso nos dice la historia que circula por nuestros bosques de un tierno mapache.
Este animalito tuvo la mala suerte de tener un accidente un día al caerse de un árbol. Aquel accidente transformó su aspecto, de tal forma, que sus amigos de siempre comenzaron a no tomarle en serio y a burlarse de él, pensando que lo que le había pasado al pobre mapache era una cosa de risa. La inocencia de aquellos otros mapaches hizo que no obrasen adecuadamente con aquel fiel amigo que siempre había estado con ellos y que nunca les había fallado. Poco a poco, aquellos amigos dejaron también de llamarle para jugar, ya que no tenía la misma agilidad ni las mismas ganas que los demás. El mapache a raíz de aquello se sintió muy triste, y el dolor que le había producido la actitud de sus amigos de siempre, le dolía mucho más que el golpe de la caída, y eso que le había dolido mucho.
Tras reflexionar sobre su situación, el mapache llegó a pensar que lo mejor para él sería esconderse en el bosque y vivir alejado de los demás para siempre. Pero aquella actitud duró poco tiempo, casi el mismo que sus heridas tardaron en curar y los dolores en retirarse de su peludo cuerpo. Aquel mapache, tras su recuperación, se veía aún más bonito que nunca, y pronto comenzó a despertar envidia entre sus antiguos amigos, que un día, al encontrase con él de nuevo, le invitaron a formar parte del grupo. El mapache, que en aquel tiempo había aprendido a vivir sin problemas solito y que había ganado mucho en sabiduría, les manifestó orgulloso que no los necesitaba en absoluto.

El mapache ahora tenía una nueva vida llena de oportunidades y cosa bonitas que estaban aún por llegar.

EL PATITO FEO

Al igual que todos los años, en los meses de verano, la Señora Pata se dedicaba a empollar. El resto de las patas del corral siempre esperaban con muchos deseos que los patitos rompiesen el cascarón para poder verlos, pues los patitos de esta distinguida pata siempre eran los más bellos de todos los alrededores.
El momento tan esperado llegó, lo que causó un gran alboroto ya que todas las amigas de mamá pata corrieron hacia el nido para ver tal acontecimiento. A medida que iban saliendo del cascarón, tanto la Señora Pata como sus amigas gritaban de la emoción de ver a unos patitos tan bellos como esos. Era tanta la algarabía que había alrededor del nido que nadie se había percatado que aún faltaba un huevo por romperse.
El séptimo era el más grande de todos y aún permanecía intacto lo que puso a la expectativa a todos los presentes. Un rato más tarde se empezó a ver como el cascarón se abría poco a poco, y de repente salió un pato muy alegre. Cuando todos lo vieron se quedaron perplejos porque este era mucho más grande y larguirucho que el resto de los otros patitos, y lo que más impresionó era lo feo que era.
Esto nunca le había ocurrido a la Señora Pata, quien para evitar las burlas de sus amigas lo apartaba con su ala y solo se dedicaba a velar por el resto de sus hermanitos. Tanto fue el rechazo que sufrió el patito feo que él comenzó a notar que nadie lo quería en ese lugar.
Toda esta situación hizo que el patito se sintiera muy triste y rechazado por todos los integrantes del coral e incluso su propia madre y hermanos eran indiferentes con él. Él pensaba que quizás su problema solo requería tiempo, pero no era así pues a medida que pasaban los días era más largo, grande y mucho más feo. Además se iba convirtiendo en un patito muy torpe por lo que era el centro de burlas de todos.
Un día se cansó de toda esta situación y huyó de la granja por un agujero que se encontraba en la cerca que rodeaba a la propiedad. Comenzó un largo camino solo con el propósito de encontrar amigos a los que su aspecto físico no les interesara y que lo quisieran por sus valores y características.
Después de un largo caminar llegó a otra granja, donde una anciana lo recogió en la entrada. En ese instante el patito pensó que ya sus problemas se habían solucionado, lo que él no se imaginaba que en ese lugar sería peor. La anciana era una mujer muy mala y el único motivo que tuvo para recogerlo de la entrada era usarlo como plato principal en una cena que preparaba. Cuando el patito feo vio eso salió corriendo sin mirar atrás.
Pasaba el tiempo y el pobrecillo continuaba en busca de un hogar. Fueron muchas las dificultades que tuvo que pasar ya que el invierno llegó y tuvo que aprender a buscar comida en la nieve y a refugiarse por sí mismo, pero estas no fueron las únicas pues tuvo que esquivar muchos disparos provenientes de las armas de los cazadores.
Siguió pasando el tiempo, hasta que por fin llegó la primavera y fue en esta bella etapa donde el patito feo encontró por fin la felicidad. Un día mientras pasaba junto a estanque diviso que dentro de él había unas aves muy hermosas, eran cisnes. Estas tenían clase, eran esbeltas, elegantes y se desplazaban por el estanque con tanta frescura y distinción que el pobre animalito se sintió muy abochornado por lo torpe y descuidado que era él.

A pesar de las diferencias que él había notado, se llenó de valor y se dirigió hacia ellos preguntándole muy educadamente que si él podía bañarse junto a ellos. Los cisnes con mucha amabilidad le respondieron todos juntos:
– ¡Claro que puedes, como uno de los nuestros no va a poder disfrutar de este maravilloso estanque!
El patito asombrado por la respuesta y apenado les dijo:
– ¡No se rían de mí! Como me van a comparar con ustedes que están llenos de belleza y elegancia cuando yo soy feo y torpe. No sean crueles burlándose de ese modo.
– No nos estamos riendo de ti, mírate en el estanque y veras como tu reflejo demostrara cuan real es lo que decimos.- le dijeron los cisnes al pobre patito.

Después de escuchar a las hermosas aves el patito se acercó al estanque y se quedó tan asombrado que ni el mismo lo pudo creer, ya no era feo. ¡Se había transformado en un hermoso cisne durante todo ese tiempo que pasó en busca de amigos! Ya había dejado de ser aquel patito feo que un día huyó de su granja para convertirse en el más bello y elegante de todos los cisnes que nadaban en aquel estanque.